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.Se las arreglaron para conseguir cerveza y seis ovejas y cuatro bueyes para asar, aunque habrían preferido uno o dos bueyes y algo de cerdo.Como nada me lo impedía, me uní a ellos durante parte de sus festividades en el muelle, donde habían ocupado una parte considerable del embarcadero y habían levantado unos refugios similares a tiendas hechos con las velas de sus barcos.—Me falta el rókt skinka de Karin —confesó Gunnar a los tres o cuatro días de comenzada la celebración—.Y su lütjisk y tunnbrod también.Mi Karin hace el mejor lütjisk.¿Verdad, Tolar?Tolar asintió sabiamente, y miró dentro de su copa.—Este glógg es bueno.—Es cierto —dijo Gunnar solemnemente, aunque luego me confesó—: Es la primera vez que tomo glógg, Aeddan.En Escania, sólo los hombres muy ricos pueden beberlo porque está hecho con vino.Pero tal vez ahora todos nos hagamos muy ricos, ¿no?—Eso es —replicó Tolar; entonces pensó que tal vez ya había dicho suficiente, se levantó bruscamente y se fue a buscar una jarra para llenar de nuevo las copas.Thorkel y otros dos daneses llegaron en aquel momento y se sentaron a la mesa con nosotros.—¡Aeddan! ¡Viejo vikingo! —gritó Thorkel—.¡Hace cincuenta años que no te veo!—Me viste ayer, Thorkel —le dije.—Ah, es verdad, te vi ayer —sonrió con alegría—.Este sería el mejor Jul de nuestra vida si no fuera por la nieve.—Hizo una pausa y se le borró la sonrisa a causa de un repentino ataque de melancolía—.Es una lástima lo de la nieve.—Movió la cabeza tristemente—.La echo de menos.—Pero no el frío, me imagino —corrigió Gunnar.Tolar, que volvía, oyó esta observación y negó con la cabeza solemnemente.El tampoco echaba de menos el frío.—No, el frío no —dijo Thorkel con sentimentalismo—.Puedes guardarte el frío.Me miró con los ojos brillantes, se bebió su copa y me preguntó:—¿Qué hacéis los irlandeses en la fiesta del Jultide?Aunque yo no tenía deseo alguno de conversar con bárbaros borrachos, eso fue exactamente lo que hice.—Nosotros no tenemos Jul, sino que celebramos la Navidad —les dije, y comencé a explicarles algo del asunto.—¿Y ese dios es el mismo que cuelga de las horcas? —preguntó el piloto—.¿El mismo que Gunnar siempre anda nombrando?—Se llama cruz —lo corrigió Gunnar—.Y es el mismo dios.¿No es así, Aeddan?—Así es —contesté—.Es Jesús, llamado Cristo.—¿Cómo sabes tanto de eso? —preguntó uno de los daneses que estaba con Thorkel.—Aeddan era sacerdote de su dios, y fue mi esclavo antes de que Harald se lo quedase.Él sabe todo lo que hay que saber sobre esas cosas.—Cuidado, Gunnar —le advirtió el otro danés—, te vas a volver sacerdote si no vas con cuidado.—¡Ja! —gritó Gunnar burlándose—, Pero te voy a decir una sola cosa: ese Cristo de Aeddan me ayudó a ganar la apuesta del pan contra Hnefi y los otros.Diez piezas de plata, por si no te acuerdas.Los otros quedaron muy impresionados ante la revelación de Gunnar y quisieron saber si ese Jesús podía ayudarles a ellos también a ganar apuestas.—No, no os va a ayudar —les dije yo, sintiendo que la amargura se apoderaba de mí como un veneno—.¡Él no ayuda a nadie! Hace lo que le da la gana y no le importan nada los hombres ni sus oraciones.Es un dios egoísta y rencoroso, lo pide todo y no da nada.Es caprichoso e inconstante.Más os vale rezarle a una piedra: os escuchará más que él.Sorprendidos por mi repentino y furioso estallido, mis compañeros se quedaron mirándome.Entonces Gunnar, con una sonrisa lenta, leve y suspicaz en su ancha cara, dijo:—Dices eso porque te quieres guardar a tu dios para ti.No quieres que lo conozcamos.De ese modo será sólo para ti.Todos estuvieron de acuerdo en que ése era el motivo por el que había dicho todo lo contrario de lo que venía diciendo del tal Cristo y decidieron que, dijera yo lo que dijera, sería lo contrario de la verdad.—No puedes engañarnos tan fácilmente —dijo Thorkel—.Podemos ver con claridad que hay algo más detrás de lo que estás diciendo.Levantando una mano hacia la ciudad que se alzaba detrás de nosotros, señaló una de las cruces en lo alto de una de las iglesias más grandes:—Los hombres no construyen lugares de culto para dioses que no hacen nada por ellos.Creo que estás tratando de confundirnos.Pero somos demasiado inteligentes para eso.La discusión terminó en el momento en que comenzó una pelea [ Pobierz całość w formacie PDF ]